El impacto de los implantes de testosterona en mujeres con antecedentes personales o familiares de cáncer de mama requiere una consideración cuidadosa debido a los efectos a largo plazo desconocidos sobre el riesgo de cáncer de mama.
El Colegio Americano de Obstetras y Ginecólogos (ACOG) destaca que los efectos del uso de testosterona a largo plazo sobre el riesgo de cáncer de mama no se comprenden bien, en particular cuando la testosterona se usa sola sin estrógeno.[1]
Un estudio de cohorte prospectivo de 10 años encontró que la terapia a largo plazo con implantes de testosterona subcutáneos no aumentó la incidencia de cáncer de mama invasivo en comparación con los datos SEER de la misma edad, lo que sugiere un efecto potencialmente protector.[2]
Otro estudio respalda la idea de que la testosterona, en particular cuando se combina con anastrozol, puede reducir la incidencia de cáncer de mama, aunque estos hallazgos se basan en datos observacionales y requieren una investigación más profunda.[3]
Sin embargo, los datos están limitados por cuestiones metodológicas, como la inclusión de mujeres premenopáusicas y posmenopáusicas, el uso de controles históricos y una pérdida significativa durante el seguimiento.[1]
Además, existe la preocupación de que la testosterona pueda aromatizarse a estradiol, lo que podría aumentar el riesgo de cáncer de mama, aunque este sigue siendo un riesgo teórico.[4]
Dadas estas incertidumbres, las mujeres con antecedentes personales o familiares de cáncer de mama deben ser vigiladas de cerca si se les prescriben implantes de testosterona. La detección regular del cáncer de mama y un análisis exhaustivo de los riesgos y beneficios son esenciales en estos casos. Se necesitan más investigaciones para aclarar la seguridad a largo plazo de la terapia con testosterona en esta población.
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3.
Maturitas. 2013;76(4):342-9. doi:10.1016/j.maturitas.2013.08.002.
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